Consejos para superar el Burn Out o agotamiento extremo laboral

No sabría contar la cantidad de veces que he llegado a casa agotado, completamente rendido, sin ganas de hacer nada, ni siquiera de moverme. Días en los que, en el trabajo, se acumulaban tantas cosas a las que “no podía decir que no”, que terminaba intentando resolverlo todo, una por una, atropellando mi paz y consumiendo mi energía. Como si todo el emprendimiento dependiera únicamente de mí. Como si soltar el control no fuera una opción. Como si, por no llegar a esa última reunión, mi empresa estuviera a punto de estallar.

Es uno de los errores más comunes entre emprendedores, y quizá el que a mí, personalmente, más me ha perseguido y todavía me persigue. Se mezclan muchas cosas: una parte dopamínica, en la que tu mente y tu cuerpo te piden una vez más que actúes como Superman, incluso en contra de lo que tu alma necesita en ese momento, que, básicamente, es algo tan sencillo como descansar, parar, cerrar el libro e irte a pasear.

Pero la dopamina del emprendimiento es tan dañina como la del azúcar, la del scroll infinito del móvil o cualquier otra droga. Esa dopamina de la falsa recompensa: la de haber resuelto, una vez más, un nuevo problema y sentirte capaz… aunque sea a costa de tu salud, tanto física como mental.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el burnout (también llamado síndrome de desgaste profesional) está incluido en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), aunque no se considera una enfermedad, sino un fenómeno ocupacional.

La definición oficial de la OMS es:

«El síndrome de desgaste profesional (burnout) es un fenómeno ocupacional resultante del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito.»

Y se caracteriza por tres dimensiones principales:

  • Sensación de agotamiento o falta de energía.
  • Distanciamiento mental o sentimientos negativos hacia el propio trabajo.
  • Reducción de la eficacia profesional.

 

La OMS aclara que este término se aplica específicamente al contexto laboral, y no debe utilizarse para describir experiencias vitales fuera del trabajo.

Todas las escuelas de emprendedores deberían empezar por este capítulo. Es extremadamente gratificante crear algo desde cero, algo que nace de tu propósito, y ver cómo ese “bebé” crece, aprende y desarrolla su propia alma. Pero también puede ser extremadamente destructivo si centras tu forma de trabajar —y tu vida— únicamente en eso, olvidándote de quién eres realmente: un ser completo que también merece vivir, descansar y disfrutar.

Y aquí viene el truco que quiero compartir contigo: hay un punto de esfuerzo en tu emprendimiento en el que, realmente, lo único que consigues es hacerle daño a tu empresa… y a ti mismo. Esas cuatro horas de más, ese día que ibas a descansar pero una llamada lo activó todo, ese repaso que haces a las estadísticas cuando llegas a casa agotado, esa nueva micro decisión… lo único que hacen es dañar a tu compañía, no ayudarla.

Otro aprendizaje mágico —quizá el más importante— es que, cuando dejas de forzar, todo llega solo. Y seguramente, al leer esto, pensarás: “¿Cómo voy a dejar de forzar si tengo que pagar las nóminas a fin de mes? ¿Cómo no voy a meter ese esfuerzo extra de madrugada?”.

Créeme, lo he comprobado una y otra vez en mi propia experiencia: las cosas realmente suceden cuando dejas de forzar el camino. Cuando encuentras un equilibrio entre hacer y parar. Esas expectativas que tenías en tu cabeza empezarán a florecer en el momento en que te rindas, no cuando te obligues a trabajar un día más, a resolver todos y cada uno de los problemas prácticamente sin ayuda.

Vivimos en una sociedad que premia el esfuerzo por encima de todo. Nos dicen que hay que luchar sin descanso por nuestros sueños. Pero lo que nadie te cuenta es que hay un punto muy concreto en el que el esfuerzo, en lugar de construir, empieza a destruir. Claro que es importante esforzarse y dar un extra para perseguir tu propósito, pero ese esfuerzo tiene un límite. Y ese límite eres tú. Tu salud, tanto física como mental.

Ese punto en el que ya no avanzas, sino que retrocedes. En el que la presión desgasta en lugar de impulsar. En el que, en vez de acercarte a lo que deseas, te alejas. Ese esfuerzo deja de ser útil para volverse perjudicial. Se vuelve directamente contraproducente. La buena noticia es que la única persona capaz de identificar ese punto y trabajar para corregirlo… eres tú.

Te duele la espalda, y sigues. Se te disloca el hombro, y sigues. Te llegan malas noticias, y sigues. Te duele la cabeza, y sigues. No has dormido bien, te tomas tres cafés, y piensas que esa es la mejor solución para tu empresa.

Todas esas decisiones no ayudan en nada a tu emprendimiento. Lo único que alimentan es tu proceso de burnout. Y así empieza ese estrés crónico que, personalmente, ya he vivido varias veces y, lo confieso, todavía tengo de frente… y a veces intenta atraparme de nuevo.

Tu acción debería ser intuitiva, ligera, ágil, innovadora, agradable. Porque cuando tu acción es forzada, extrema, sin claridad, lo único que logras es acercar el burnout y alejar esos resultados que tanto anhelas.

El verdadero poder aparece cuando sueltas. El verdadero liderazgo comienza cuando sueltas el control.

Imagínate que llevas años empujando una puerta muy pesada. La empujas todos los días con todas tus fuerzas: espalda tensa, dientes apretados, brazos en tensión, dedos aferrados, sudor en la frente. La puerta se mueve apenas un poco. Así es llevar tu empresa desde el esfuerzo: intentando forzar las cosas con pura energía, control y resistencia. Creyendo que todo depende de ti, que si dejas de empujar, todo se cae. Así que cada día terminas exhausto, intentando que esa puerta se abra.

Todo depende de ti. Si sueltas, se detiene.

Hasta que un día descubres que esa puerta tenía una cerradura magnética. Y que, al girar una pequeña llave dentro de ti —una llave llamada coherencia— el imán se activa. De repente, la puerta se abre sola. Sin esfuerzo.

Las cosas llegan. Las personas aparecen. Las ideas fluyen.

Esto es trabajar desde el magnetismo: no es dejar de actuar, sino actuar desde un estado de alineación tan profunda que el mundo comienza a moverse hacia ti.

Tu compañía no sigue tus planes; sigue tu energía y la de las personas que has elegido tener cerca.

La energía de tu equipo más cercano — y las personas que lo conforman— es lo que realmente determina los resultados de tu empresa, a corto, medio y largo plazo.

Estudios sobre la supervivencia y sostenibilidad de empresas que han crecido muy ràpido detectan como valor fundamental para perdurar en el tiempo, como re-organices los equipos de mando y directivos en esos picos de crecimiento, con decisiones significativas que cambien y mejoren la dirección y por tanto el rumbo de la empresa.

Los emprendedores que no supieron manejar estas situaciones perdieron o llevaron a la bancarrota a sus empresas en un corto espacio de tiempo.

La última cosa que quiero compartir contigo es la importancia del deporte para un emprendedor. Salir de la oficina y moverse es fundamental para no llegar a estos estados de agotamiento extremo o burn-out tan comunes asociados al trabajo.

He descubierto también que hay deportes en los que no puedes usar el móvil, y son los que ahora mismo más recomendaría: natación, montar a caballo, artes marciales, running ir a la montaña o cualquier cosa que requiera una concentración máxima en lo que estás haciendo y en el que cualquier aparato electrónico, tengas que dejarlo en el vestuario o en la mochila.

 

Paz

Borja Mera.

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Soy Borja Mera

Empresario y fundador de Siroko, llevo 25 años innovando en tecnología, ecommerce y moda, liderando proyectos con millones de usuarios en todo el mundo.

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